miércoles, 17 de septiembre de 2014

Pendejuelas y churreterías

La etimología es la especialidad lingüística que estudia el origen de las palabras, la razón de su existencia, de su significación y de su forma. Basta con abrir un diccionario (el DRAE, por ejemplo), para toparse con ella:

­– Buscamos la palabra ‘fútbol’, y nos dice que procede del inglés ‘football’.

– Buscamos la palabra ‘etimología’, y nos dice que procede del latín ‘etymologĭa’, y esta palabra, del griego ‘ἐτυμολογία’.

Buscamos la palabra ‘buscar’, y nos dice que quizá sea voz de origen celta, procedente del indoeuropeo *‘bhudh-skō’, que significa conquistar, ganar.

Y así con casi todas las palabras.

Existe también lo que los expertos denominan etimología popular, que es la interpretación espontánea que los hablantes hacen del origen de una palabra relacionándola con otra con la que, en principio, no tiene nada que ver. Esta relación puede producir cambios semánticos o deformaciones fonéticas y gráficas en la palabra. Unos ejemplos:

¿No has oído nunca la palabra mondarina? Seguro que sí. Pues ese es un caso de etimología popular: el hablante, probablemente poco ilustrado, ha cruzado ‘mandarina’ con ‘mondar’ (quitar la cáscara de la fruta), y ha creado mondarina. Tiene su lógica, ¿no crees?

Lo que seguro que no has oído nunca son las palabras pendejuelas y churreterías. Son una creación de Helena, hija de una conocida mía, cuando era chiquilla, que mencionaba  así las ‘lentejuelas’ y las ‘churrerías’. Si lo piensas bien, no andaba muy desencaminada. Las lentejuelas penden; así que pendejuelas es bastante apropiado. Y cuando comes churros, más si son con chocolate, no es raro que te llenes de churretes; por lo tanto, churreterías también está muy logrado.

A veces, estos errores de etimología popular, llamémoslos así, arraigan en la lengua y pasan a formar parte de la norma estándar culta; es decir, ya no se sienten como vulgarismos. Veamos un par de ejemplos:

La palabra cerrojo procede del latín ‘veruculum’, que significa barra de hierro. Al utilizarse para cerrar las puertas, la palabra descendiente de ‘veruculum’ se cruzó con ‘cerrar’ y dio cerrojo en vez de *‘verrojo’. En francés, por ejemplo, la palabra actual conserva la uve inicial: ‘verrou’.

Algo similar ocurrió con miniatura. Esta palabra llegó al español del italiano y, al principio, no tenía ningún sentido de pequeñez: deriva del latín ‘minium’, que significa ‘bermellón’. Pero como las miniaturas (pinturas de color bermellón) solían ser de pequeñas dimensiones, se les dio el significado de objeto diminuto, que es el que tiene actualmente.

Por cierto, si te interesan las miniaturas, no puedes perderte Micromundi, Museu de Miniatures i Microminiatures de Besalú (Gerona): tiene una sala de miniaturas, otra de miniminiaturas y una tercera de microminiaturas. Un ejemplo:

Una caravana de 12 camellos dirigiéndose a un oasis en el ojo de una aguja

¡Que lo disfrutes!

1 comentario:

  1. Me encanta! Muy bueno! Añadiré que además de colgar o pender, las "pendejuelas" sirven para pendonear, y son vestuario propio de pendejas...

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